La Muralla del Estrecho

El paisaje del Estrecho está salpicado de centenares de elementos defensivos. Un extenso conjunto de fortines que dan forma a la mayor construcción bélica del pasado siglo XX: La gran frontera del Sur. Es curioso como la idea de amenaza, aun siendo infundada, puede conducir al hombre a intentar protegerse por todos los medios. 

Esto, concretamente, pasó en España y, su resultado, se pude hoy contemplar a través de cientos de bunkers repartidos por el Estrecho, testimonio inerte de un pasado que no fue. Todo ocurrió en el contexto de la segunda Guerra Mundial, recién finalizada la Guerra Civil. El vaivén de barcos y ejércitos en torno al Peñón de Gibraltar fue interpretado por el sistema de espionaje franquista como un inminente ataque anglo-francés a la zona, decidiendo, contra ello, sellar sus fronteras a base de fortines de hormigón repartidos desde el río Guadiaro hasta las playas de Conil, cerca del Cabo de Roche. Más de noventa kilómetros en los que se ubicaron unos quinientos búnkeres con el fin de evitar el temido asalto que habrían de convertirse en el  llamado sistema defensivo contemporáneo del Campo de Gibraltar. 

En Zahara, entre la playa de los Alemanes y la de Atlanterra, encontramos uno de estos peculiares elementos que, en cierta medida, definen y son símbolo de esta franja costera. Nidos de hormigón que hoy permanecen inmóviles, asomados al océano, como esperando la llegada de una batalla que, por suerte, no llegó.

Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones

Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.